domingo, 3 de marzo de 2024

Entrada cincuenta y nueve. Porque la vida es mucho más que un juego.

Han pasado décadas desde que trabajé con Von Newman pero a veces aún me sorprendo a mí mismo poniendo en duda nuestro postulado central: ¿acaso existe realmente un curso de acción racional para cada situación imaginable? Johnny lo probó matemáticamente, más allá de toda duda, pero sólo para dos jugadores con objetivos diametralmente opuestos. Así que puede que exista un fallo fundamental en nuestro pensamiento, un presupuesto que cualquier observador perspicaz notará de inmediato: en definitiva, que el teorema minimax que subyace a todo nuestro esquema supone agentes completamente lógicos y racionales que sólo están interesados en ganar, agentes que poseen una comprensión total de las reglas y un recuerdo absoluto de sus acciones anteriores, agentes que, además, tienen un conocimiento infalible con respecto a todas las ramificaciones posibles de sus actos y de los actos de sus oponentes a cada paso del juego. Y la única persona que conocí que funcionaba de esta manera era Johnny Von Newman. Los seres humanos comunes y corrientes son distintos. No cabe duda que mienten, engañan y conspiran, pero también cooperan, se pueden sacrificar por otros y toman decisiones caprichosas. Los hombres y las mujeres siguen sus instintos. Cometen errores y descuidos, o simplemente obedecen a una corazonada. Porque la vida es mucho más que un juego. Su verdadera riqueza y complejidad no puede ser capturada con ecuaciones, sin importar cuán hermosas sean. Los seres humanos no son los perfectos jugadores que Von Newman y yo suponíamos. Pueden ser completamente irracionales, pueden verse sacudidos o dominados por sus sentimientos y sufrir todo tipo de contradicciones. Y aunque esto desencadena el caos ingobernable que vemos a nuestro alrededor, también supone una gran misericordia, un extraño ángel que nos protege de los delirios de la razón.

MANIAC. Benjamin Labatut. Pág. 166-167. Anagrama.

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